De repente se encontró con un abanico de señales que indicaban
lugares de interés general.
Cualquiera puede entender qué significan las flechas y los números que indican la distancia a la que
se encuentran la fama, la tranquilidad, el tan cacareado instinto de
protección, el pasado, el desengaño, el olvido o la condescendencia. Si a alguien le resulta difícil entender los
itinerarios, siempre puede preguntar a su padre o a algún conductor
experimentado. Suele esperarse que sepan interpretar la nomenclatura.
Lo malo es que, una vez en ruta, el conductor solo aprecia verdaderamente
aquello que ya sabía cuando se encuentra
con indicaciones de entrada y salida de población, que siempre son blancas e
inocentes, pero con un borde de sangre y, en el caso de las de salida, una
diagonal del color de la guerra y la ambición.
Es en esos momentos cuando se siente que la naturaleza
artificial se afirma y se borra a sí misma constantemente. Cualquier advertencia es inútil, debido a nuestro carácter testarudo.
Se agradecen, por eso, las señales de servicio telefónico y
primeros auxilios.