jueves, 21 de marzo de 2019

Tokio Blues (Norwegian Wood) de Haruki Murakami


Acabo de terminar de leer la que ha sido mi primera novela nipona.  Encuentro en ella una prosa suave, relajante e hipnótica, pero que a la vez trata con éxito temas muy sombríos como la muerte, el sexo, el amor, la soledad y la angustia. El humor, creado al principio del libro en gran parte a través del personaje Tropa-de-asalto, su compañero durante sus años de estudio, sirve para mostrar un contrapunto interesante.
Toru Watanabe, marcado por el suicidio de su único amigo Kizuki, inicia una relación con la novia de su amigo muerto, Naoko. Sin embargo, la profundidad y el dramatismo de sus sentimientos no impide que tenga otros muchos encuentros sexuales, con frecuencia vacíos, con otras chicas, con las cuales solo pasa el tiempo, influido en gran parte por su amigo Nagasawa, un vividor desenfrenado con el cual comparte la afición por la lectura de El gran Gatsby. La descripción de estas experiencias resulta a veces patética y repetitiva, si bien es quizá lo que el escritor pretendía. 
Además, cuando Naoko es ingresada en un extraño centro debido a sus problemas mentales y aparece una nueva mujer en su vida, la estudiante Midori, que deja a su novio por él,  Watanabe se ve envuelto en un dilema moral.
A ritmo de los Beatles, cuya evocadora música vuelve a escuchar el protagonista en un aeropuerto muchos años después, el lector es transportado al pasado a través de un flashback para ser testigo de la evolución de Watanabe, de una adolescencia tan placentera como dolorosa, del paso a la madurez.
Lejos de ser el autor sobrevalorado que proclaman algunos, Murakami me ha parecido un escritor con una buena prosa, diálogos apropiados y realistas, elegantes descripciones y sensibilidad especial.