EL MANTEL
Pone el mantel, como cada mediodía, y toma un racimo de
cerezas. Como cabría esperar, se terminan. Corre las cortinas y contempla la
carretera, donde impacta el sol dejando sus brochazos. Se pone camisa y pantalones,
otras telas para cubrir su desnudez. Vuelve a mirar el mantel, con los párpados
caídos; sobre el tejido hay palabras: intenta absorberlas. Tras unos minutos,
consigue formar una canción. Debajo está la fría madera, con sus pequeñas marcas.
Cruza varias puertas y consigue bajar a la calle. Encuentra
un manto de nubes, que al desprenderse deja un abrigo de estrellas.
Las palabras ascienden por su cuello como si accionaran una
persiana; cruzan puentes, construyen fábulas con quienes encuentran a su paso.