miércoles, 25 de marzo de 2015

Cuando era más joven podía recordar todo, hubiera sucedido o no.
Mark Twain


Todavía suelo ver, cuando la tarde acecha, alguna película de esas de adolescentes
que por supuesto quieren ser como sus padres, que aprenden a ser hombres buscando una manera de brillar sin malicia, que viven en hogares que sufren tempestades y celebran la moratoria de un futuro marchito. Ellos saben amar cuando es invierno, y yo entonces rebobino la cinta de mi mente, y me visto de todos y ninguno.
Acaso soy, también, un proyecto en su fase inicial en otra vida, la de una pantalla que se ha vuelto tan familiar y tan extrañamente interna; pero estoy solo en medio  de esta sala iluminada, observando los últimos vasos de cerveza que quedaron vacíos anoche en la memoria, y me visto de algunos valientes que me encuentro, que quedarían muy bien en la primera capa de mi piel, o en las páginas de mi último relato.  Y aunque nunca les digo una palabra, confío en que este silencio hable a través de mis ojos, y solo espero a que el hielo se derrita, y me diga que adolezco también de identidades, pero que no he perdido el tren en la nublada estación de la costumbre.