También yo estoy tan grande, tan disperso,
como el sol que en
vano parte
los cristales,
aterriza en el suelo y
siempre insiste
en llenarte de chispas a deshora,
disfrazado de moneda imaginaria
que está al corriente de cada movimiento
del suave pergamino de tus párpados,
que se empeña en prevenirte de lo oscuro
y en amarte cuando ya no puedes verme.
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