Eran algo parecido a sombras, pero tenían una consistencia
capaz de afectar su rostro. Cuando ella daba un paso hacia la izquierda, dos o
tres de estos huéspedes replicaban moviéndose hacia la derecha y viceversa. No
alcanzaba a comprender su significado, pero siempre estaban presentes en su
mundo, aunque cuando soñaba era menos consciente de ellos. Eran muy rápidos y con frecuencia escapaban
al escrutinio de su mirada, pero cuando alcanzaba a obtener una imagen efímera
de alguno de ellos, podía ver su pequeña cabeza de gato, con un solo ojo, casi
siempre de una tonalidad clara, en el centro de su arrugada cara, su gesto casi
siempre burlesco y su cuerpo de libélula. A menudo distintos objetos quedaban
adheridos a sus alas, y aunque ella intentaba agarrarlos, nunca llegaba a
tiempo. Como mucho provocaba que el extraño animal arrojase cabreado su tesoro,
ya fuese un trozo de madera, una regla o un vaso lleno de vino, y le salpicasen
trozos en la cara.
Creativo. No he podido averiguar quiénes o qué son los exiliados.
ResponderEliminarBueno, realmente son esos duendecillos pálidos que vienen de un lago, de la vida, del agua, y que se empeñan en hacernos ver cómo sería lo contrario a lo que hacemos, a la alternativa que escogemos.
ResponderEliminarDe todas formas, empecé a desvariar hasta crear seres extraños y solo me proponía entretener :))
Desde el título hasta el final, desconcierta tu relato. La fantasía llega a un límite no frecuente.
ResponderEliminarMa gustó.
Saludos amigo
ROBER
Realmente es un trabajo atípico. Me alegro de que te guste.
ResponderEliminarSaludos
Jorge