EL ROSTRO DE LA CODICIA
Nunca pensó que fuera a ser tan
especial.
Él, que solamente en ocasiones
provocó la fiesta del agua y el
jabón,
que alternaba con los pozos
donde las almas sucias no hacen
pie.
Rozó la cuerda y una pierna
esbelta
que salió a subasta en un hotel de
carretera.
Se lo arrancaron de las manos
a un camarero y aburrido,
que sintió escalofríos.
La edad iba arrugando su semblante,
decolorándole la cima del Olimpo,
donde habitan las banderas,
los guarismos y los templos.
Sus hermanos se divierten en
Bruselas.
Compartió cartel con las colillas
que hacían cola en ceniceros
llenos,
cuando los tipos duros
hablaban de negocios.
Un día le presentaron
a un cabeza de familia,
que compró a Nancy y a Lucas
y los sacó del paraíso
para llevarlos a las manos de su
hija.
Y, desde entonces,
aquel billete de cincuenta,
tan solo ruega,
ahora que ya le pesan las arrugas,
que no comience desde cero su
andadura.
Es un deleite para los sentidos entrar en tu blog, Jorge, leerte.
ResponderEliminarGracias, Luis. Ya iba tocando renovar el blog. Nos vemos en GB.
ResponderEliminarMe gustó pero mucho! te sigo!!!!
ResponderEliminarMe alegro, Verónica, de que te guste. Para mí es un placer ser leído :)
ResponderEliminarMe uno con mi felicitación a quienes te elogian merecidamente. Y me recompensaré continuando la lectura de tus obras. Un abrazo desde Venezuela. (Estoy a tu disposición por mi blog y twitter, ambos ubicables por el pseudónimo LOBIGUS)
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