lunes, 15 de abril de 2013

LA HERIDA


Tenemos que arroparnos 
con auspicios epidérmicos
y el intenso calor de un verbo flácido.
Interna es la coraza
del matorral inoportuno
que llamamos cortina de los sueños ;
es el manto de humo para enjambres
de pasiones que viajan sin destino.
¡Atrás,  brasa que adviertes
del peligro igual que quemas,
en la atalaya sembrada en campo raso! 
Las nubes amenazan
con desplomarse como bombas
oscureciendo el  juicio de los hijos
malditos que amenazan a siluetas.
No recuerdo el  principio,
pero el cielo se me antoja más dulce 
que el colágeno que nos hierve en
 burbujas.  Perseguid  a la sombra
tan ligera, espectáculo vano
de proyectos; sometedla en la
noche de la nata abundante,
para amar con la ignorancia supina
del  que tiene al dolor por extranjero.

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